Él va por su café en cualquier momento del día. Suele ser por la tarde.
Casualmente, siempre se lo preparo yo porque arriba en el transcurso de unos minutos en los que estoy libre.
Él es policía.
No me cae bien, en principio por el simple y esencial hecho ideológico de que es policía; un órgano más del aparato represivo del Estado.
Lo veo y, además de ser gordinflón y muy feo (una mezcla de Shrek y el Jorobado de Notre Dame, pero maléfico) hay algo más. Algo que el resto de los policías no me causa.
Lo veo, él cree que le estoy echando el ojo. Ya quisiera. Pero me canso de la insertidumbre y le clavo la mirada.
Ya!
Es el mismo que me echó de mi propia casa. Y encima mintió. No me sorprende de ninguno de estos seres.
Corrupto; que cayó del infierno de mi desesperación a las doce de la noche. Sin pruebas ni órdenes, nos dijo que teníamos que irnos por la mañana a razón de que maltratábamos a la abuela.
(La abuela, una viejecita de 89 años, hipocondríaca, peleada con toda su familia, enferma confirmada, hoy en sus últimas admite que mintió, dice que se arrepiente de muchas cosas. Dice, claro que no le creo. Y lástima, más sus palabras no cambian nada. Menos sus hechos).
Así es que lo reconozco. Viví su corrupción en carne propia. Veo su cara y recuerdo y siento; desesperación, angustia, desarraigo y malestar; vómitos y lágrimas.
No disparó balas, más una metafórica que me atravesó el corazón hasta desangrarlo; mi hermana llorando y vieja dolida, sin saber ¿qué pasaría de sus hijos? alias, su vida.
Sr. Policía; ¿sabe usted qué pasó realmente? ¿sabe usted que mi hermano, a quien denuncian, no vive acá hace más de un año? ¿sabe usted que todo esto es mentira? Y aún así dispara una vez más contra la verdad; una vez más gana lo malo, lo feo, lo hipócrita, lo azul, lo cuadrado, lo podrido, lo cruel, lo borcego.
No le va a importar, pero ¿sabe usted a dónde voy a ir a vivir yo ahora? ¿Sabe usted que el único lugar que puede darme techo es la casa de mi papá? ¿sabe usted que él es alcohólico, violento, enfermo? ¿sabe usted cuántas veces me golpeó de chica, por hacer cosas de niños? ¿sabe usted cuántas veces lloré porque maltrató a mis hermano frente mio? ¿cuántas veces me escondí? ¿sabe usted que me fui escapando de la violencia? Cuando llegó a la cúspide de la perversión; golpear a mi mamá. Eso no se lo perdono jamás.
Claro que si lo sabe! porque usted es parte de este sistema y este Estado podrido que no brinda salidas a la situación desesperanzadora de las familias del pueblo.
Y usted no estuvo ahí para socorrerme cuando yo vivía violencia real; esa que se siente con la piel y duele con el corazón. Piel y corazón, cierto, usted carece.
Así regreso de mi fugaz paso por la mente y los recuerdos, y sigo haciéndote el café.
Me tomaste especial aprecio, siempre me hablás y saludás con una sonrisa. Y claro, yo te respondo.
No te acordás de mi, pero yo de vos si.
No te preocupes vieja, le quemo siempre el café. Si me lo pide fuerte, se lo hago lavado; con más café que leche, se lo hago con más leche que café. Viceversa, una personificación de lo que es él; supuestamente está para servir a la población (él es leche), pero es un garante para que esta siga barranca abajo (café).
Con una sonrisa le doy su café, y el me la cree. Me siento Shoshanna.