martes, 1 de marzo de 2011


Ojala que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan, para que no las puedas convertir en cristal; ojala que la aurora no de a gritos que caigan en mi espalda; ojala que tu nombre se le olvide a esa voz; ojala las paredes no retengan tu ruido de camino cansado; ojala que el deseo se vaya tras tuyo, a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
Ojala se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta...

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