lunes, 7 de abril de 2014

Lluvia ideal para dormir rico.
Mochila física que pesa a mi espalda, llego cansada pero lo grueso todavía no va por la mitad. Voy allá, vuelvo cerca de casa pero faltan ocho horas de trabajo. Y luego, el regreso a casa. Mis veintiuno que pronto serán veintidos, luego cuatro, seis, título, carrera, ¿hijo?, responsabilidades, burocracia, familia y trabajo.
Yo no entiendo.
Pacifica turbulencia, crece tu caudal, crece tu locura y bronca.
¿A dónde vas a llegar? ¿dónde desembocarás?

Arde el fuego en el cabo de la vela. Noche en vela, pies en la arena, arde el fuego y todo se quema. Los troncos pesados que no puedo transportar, los dejo acá para que se puedan quemar.
Cielo abierto, sigo despierto; la noche es larga pero el fuego quema lento.

Mi mochila me pesa a las seis de la mañana; ojalá fuese de libros, cultura y lucha por el respeto del hombre por el hombre. Pero no, mis libros están en mis manos, el peso que resiste mi espalda es del uniforme del trabajo, y la cultura y lucha en mi turbulenta cabeza que poco tiempo de reflexión y meditación tiene.
Bronca al sistema, y a la vez ¿paz? porque sólo con la mente despejada pienso. pero ya no entiendo mucho.
El sistema está mal, todo al revés. Y detrás de ese revés, la perversidad de los pocos sin alma contra los muchos corazones de oro. Los humildes, los vida.

El que no canta se le cierra la garganta, el cuerpo no aguanta todo lo que trae. Espírutu viejo, acá te dejo; mañana me iré.
Buena vida, buena suerte estar acá PRESENTE!






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