Desde que tengo 16, tal vez 17 años, siempre he pensado de mí misma que era una adulta.
Por la edad, debería decirse que era una adolescente. Pero no, me sentía adulta. Seria, con ganas de terminar el colegio, tolerante con todos, ganas de trabajar, estudiar lo que me gustaba, y viajar, recorrer el mundo. Mi vida ideal era la rutina, mis sueños estudiar y viajar en vacaciones.
Monótono, si. Estructurado, cuadrado. Muy callada y seria. Muy dogmático todo. Mantener el orgullo y "ponerse la camiseta de". Un buen puesto de trabajo.
Hoy me veo en el espejo y digo:
¿de verdad en algún momento de la vida me creí eso? increíble... Capaz de casarme con el primer bomboncito que me cruce, sin probar nada... (Nada? que locura!)
Ya vienen varios meses de peleas bobas con mi vieja,riñas con mis encargados del trabajo, y me hacen dar cuenta que quizás, son esas peleas que no tuve de adolescente las que me carcomen el pensamiento y hablan por mí... Me mueven la boca y gritan por mí! Contrario a lo que soy; si no es fructífero, la conversación no tiene sentido. Y si hay gritos, menos aún!
Pero no... Me agarran y dicen en crudo "vos de acá no te vas sin arreglar esto, no importa la forma"
Y con las relaciones amorosas... fuck off. Últimamente tengo sexo con toda persona que me parece cogible y atractiva. Fin del relato.
La porquería del dinero también juega esta partida de mi vida... Me gusta trabajar duro y ganar honestamente. Pero prostituirme entre conocidos es una idea que está en mente también; de todas maneras gano experiencia. Siempre, siempre gano algo.
Claro, están los que entienden, y los que no. Por supuesto, está todo bajo control y no afectan mis pensamientos en mi vida cotidiana.
En fin;
aunque avance y vuelva, suba, baje, aprenda y enseñe, piense antes de hablar y hable antes de pensar, nunca, pero nunca, dejo de CRECER. Y eso, es vivir.
Namasté.
domingo, 30 de noviembre de 2014
viernes, 21 de noviembre de 2014
Los mejores momentos de mi vida me llenaron de miedo. Saltar de un puente, abrir la mente, perderme en la ruta, quedarme en casa de desconocidos, hacerle caso al corazón, trepar una cascada y tirarme con los ojos abiertos, verme en ella y su sonrisa, acercarme al arte y sus caprichos, rutear en un precipicio de montaña, dormir en un convento antiguo, despertar en un teatro, actuar ante cientos de personas, correr gritando en la playa, abrazarme desafiando la cordura, crear lo que creo, soñar lo que quiero, querer lo que tengo, escribir lo que siento, y hacer el amor. Ya estoy seguro: ¡del otro lado de los miedos, está la vida!
¡Pobre de él!
Del que no salta en medio de una duda, o de un quizá.
Del que no sonríe en la simpleza de los besos cotidianos.
Del que no despierta, del que no sueña, del que no vuela.
Del que no salta en medio de una duda, o de un quizá.
Del que no sonríe en la simpleza de los besos cotidianos.
Del que no despierta, del que no sueña, del que no vuela.
¡Pobre de él!
Del soberbio, del cobarde, ese, que nunca pierde.
Del que no se encuentra por miedo a perderse.
Del que no se pierde por miedo a encontrarse.
Del que anda con un paracaídas y un bozal,
Del correcto, pobre, del que nunca cae.
Del soberbio, del cobarde, ese, que nunca pierde.
Del que no se encuentra por miedo a perderse.
Del que no se pierde por miedo a encontrarse.
Del que anda con un paracaídas y un bozal,
Del correcto, pobre, del que nunca cae.
Pobre si no asume el riesgo de arriesgarse.
¡Pobre si no se muere por vivir!
¡Pobre si no se muere por vivir!
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